Con ello, contribuye a mejorar la expectativa y calidad de vida de la población y a disminuír la utilización de otras intervenciones médicas más invasivas o costosas.
En un estudio realizado en 52 países, incluído México, se encontró que la introducción de nuevos medicamentos puede explicar hasta el 40% del aumento promedio en la esperanza de vida de la población (Lichtenberg F, International Journal of Health Care Finance and Economics).
Además, dado que el crecimiento y competitividad de la industria farmacéutica se basa en la innovación y generación constante de nuevos productos, es una industria clave para el desarrollo económico sostenido
La industria farmacéutica en México tiene ventajas importantes que la identifican como uno de los sectores con mayor potencial de crecimiento, entre los que destacan:
El valor del mercado farmacéutico en México en el 2012 fue superior a 203,8871 millones de pesos, cifra que representa más del 1.37% del PIB de ese año. El mercado total ha tenido un crecimiento ponderado en valor de 5.5% desde 2007 y se espera que siga aumentando a tasas similares en los próximos años.
Aunque México se ubica dentro de los 15 mercados farmacéuticos más relevantes del mundo y el segundo en importancia en Latinoamérica, su crecimiento es sustancialmente menor al de otros países emergentes (CAGR4 México: 3.9%, China: 17.3%, Brasil: 13.1% e India: 16.6%5 )
Según análisis de perspectiva del mercado de IMS Health 2010, de no generar políticas y sinergias de impulso adecuadas, se espera que la importancia relativa de México siga retrocediendo debido al dinamismo en los otros mercados.
En este contexto, es posible competir con las industrias tradicionalmente concentradas y dominadas por cadenas globales a base de especialización, detección de nichos de mercado, uso del capital humano y conocimiento (Michael E. Best, 2001).
En México, las empresas que han tenido mayor crecimiento en su participación en el mercado, lo han hecho ampliando la presencia de genéricos, mezclas e innovación incremental. (IMS Health 2012) El mercado farmacéutico tiene expectativas de gran expansión a nivel mundial por las transiciones demográficas y epidemiológicas que atraviesan diversos países, además del fortalecimiento de los sistemas de seguridad social.
Según el estudio de PriceWaterHouseCoopers (PWC), Pharma 2020: The Vision Which path will take?, se espera que la industria crezca a más del doble para 2020, llegando a valores superiores a los $1.3 trillones de dólares. En el documento, se menciona que un factor crucial para este crecimiento es el incremento en la demanda de medicamentos en los países “E7”, que son Brasil, China, India, Indonesia, México, Rusia y Turquía.
Uno de los principales factores que puede impulsar la productividad y competitividad de México, es una política de largo plazo en materia de ciencia, tecnología e innovación.
En este contexto, la industria farmacéutica toma gran relevancia ya que tiene como base de crecimiento el conocimiento y la innovación. La inversión en I&D que realizan los laboratorios farmacéuticos, tiene un impacto que va mucho más allá de la simple generación de un nuevo medicamento; implica nuevas tecnologías, mejor nivel de vida y años saludables para la población, además de un circulo virtuoso en la generación del conocimiento y menor dependencia del exterior, sobre todo, en casos de crisis sanitaria.
Por el alto costo y riesgo que implica liberar un medicamento, a nivel mundial, la I&D en este ramo se conforma por universidades, instituciones y/o firmas especializadas en desarrollo de tecnología y empresas privadas, acompañadas por una importante participación de financiamiento público (hasta 30% de los recursos invertidos en I&D)6.
En México, los recursos y esquemas de impulso en general, dirigidos a la I&D en salud y en medicamentos son muy escasos. El Gobierno Federal (principalmente a través de CONACYT y Secretaría de Salud), ONG´s sin fines de lucro y empresas privadas financian la investigación en salud. El componente de salud y seguridad social representa aproximadamente el 7.4% del gasto federal en ciencia y tecnología, sólo 0.03% del PIB7, muy por debajo de lo recomendado por la OCDE.